lunes, 11 de marzo de 2013

Ilustrando la ironía.


A finales de la década de 1920, en el magazine The New Yorker, plantearon un nuevo modelo de publicación en el que integraron, al artículo periodístico, el humor, a través del aporte sutil de la línea y el dibujo. La propuesta fue un éxito. Siempre resultó imposible calcular el número de lectores que miraban primero los dibujos, para luego ingresar a la lectura de las notas. La necesidad de la ilustración en revistas de gran tiraje, permitió que el trabajo gráfico, o el dibujo humorístico, pasaran a formar parte de la función periodística tradicional. Esto llevó a los dibujantes de periódicos a explorar terrenos insospechados de su imaginación.







Saul Steinberg fue ilustrador del New Yorker durante más de cincuenta años. En ese periodo, dibujó más de noventa portadas y más de mil viñetas, recurriendo a menudo a una línea nítida y a una apariencia deliberadamente infantil en sus composiciones. Alejado del dibujo virtuoso y académico, prefirió centrar su interés en alcanzar una depuración formal que redujese la imagen a sus trazos esenciales. Exploró también las posibilidades del collage, la tipografía y el color para encontrar un modo de expresión propio. Sus viñetas no eran, como él mismo subrayaba, más que una manera de reflexionar sobre el papel. Y de hacer reflexionar a quien las ve.









Por su calidad artística fue comparado con Pablo Picasso o Joan Miró. En el terreno plástico reconoció influencias de Georges Seurat, Paul Klee, de la pintura egipcia, o del cubismo, aunque dijo que, con frecuencia, se inspiraba en el arte más denostado, el que adorna las paredes de los baños públicos. Su trabajo se considera un aporte a la historia del arte moderno y sus obras figuran en los museos más importantes. Simples pero profundos dibujos a tinta china y acuarelas que mostraban animales levemente grotescos y horrorosos, así como cocodrilos arrastrándose por las calles de la ciudad, figuras mitad animal y mitad ser humano, y rascacielos distorsionados. A medida que su estilo se tornó más abstracto, sus dibujos se llenaron de letras, números o signos de puntuación.








En aquel momento el dibujo norteamericano logró una calidad de factura y de contendido difícil de igualar. El trabajo del artista reflejaba influencias y motivaciones personales, incluso intereses políticos y estéticos. Encaró la sátira gráfica como un arma contra la hipocresía, como una idea para describir la condición humana y un medio de diversión. En más de una ocasión apareció en fotografías con una bolsa de papel cubriendo su cabeza, sobre la que dibujaba la caricatura de un rostro sonriente que reflejaba, según él lo que hacían los estadounidenses “fabricar una máscara de felicidad para ellos mismos.”

La cámara adora a Saul Steinberg.

 

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